Desempolvando viajes añejos, para escribir sobre ellos aquí, me tropecé con el que hice a Escocia. Ahora parece que fue hace una eternidad, quizá por esa cara de jovenzuelo ingenuo que tengo en las fotos. A mí me ha sucedido lo mismo que a George Clooney, que he mejorado con los años.
Lo que si es cierto, es que ha sido uno de los lugares más hermosos que he visitado. No solamente por la preciosa y grisácea ciudad de Edimburgo y por el magnífico castillo de Stirling, sino también por las evocadoras ruinas de las abadías de los Borders y el inabarcable horizonte de las Highlands. Aquí puedes leer las mejores planes desde Edimburgo. Glasgow, Stirling y las abadías de Borders. Tres excursiones desde Edimburgo
Y aunque haga ya varios años que anduve por allí, tengo la ayuda del álbum de viaje que hice en su momento, con fotos, billetes de avión, de bus, facturas de restaurantes, entradas a museos e incluso alguna flor de cardo seca. Efectivamente, todos esos papelotes y chismes que la gente de bien tira a la basura, pero un servidor guarda como oro en paño. Tiene su parte positiva y es me hacen recordar detalles y anécdotas que de otro modo se hubieran esfumado en mi cabeza.
Para no perderse nada, se puede hacer alguna de las muchas excursiones y free tours en Edimburgo que ofrece Civitatis, algunas en español.
Cómo llegar desde aeropuerto a Edimburgo
Llegamos al aeropuerto de Edimburgo un 2 de septiembre, en un vuelo de Easyjet, lo que puede dar una idea de que el presupuesto era ajustado. Una época perfecta para disfrutar de buen tiempo sin que estuviera plagado de turistas. (Para quien esté interesado en los numerosos festivales de música, teatro y otras artes, casi todos tienen lugar en agosto o julio.)
Para ir al centro de la ciudad no utilizamos el típico autobús para turistas llamado Airlink, rápido pero caro (£4,5 en 2017) sino que compramos un DAYticket (£4 en 2017) que nos servía para todo el día y nos subimos al autobús num.35 con el resto de escoceses.
Llegamos a nuestro modesto alojamiento, Kaimes Guest House, regentado por una amable familia de pakistaníes. La habitación era bastante acogedora, con su calentador de agua y sus bolsitas de té, habitual en los hoteles británicos. Aunque todavía recuerdo perfectamente aquella inexplicable moqueta roja y tupida en el cuarto de baño…
Ruta por la Ciudad Vieja (Old Town)
Nuestro primer día pretendíamos simplemente pasear por la Ciudad Vieja (Old Town).
Grassmarket Square y Victoria Street
Comenzamos en la Grassmarket Square, una antigua plaza de mercado, donde también se celebraban en su momento, diversos acontecimientos lúdicos como ejecuciones de reos, ajusticiamientos…
La plaza conservaba todavía gran parte de su esencia, con sus edificios centenarios y su piso adoquinado. Uno de los laterales se encontraba todavía plagado de viejos pubs con mucho encanto, en especial “The White Hart Inn” pintado de un verde casi esmeralda y con la puerta coronada por un ciervo blanco.
Salimos por el extremo opuesto, por una de las calles más encantadoras de la ciudad. Victoria Street era una cuesta empedrada que curveaba entre coquetas y coloridas tiendas de todo tipo: ropa, recuerdos, restaurantes y que moría en una avenida, frente a la adusta Biblioteca Nacional de Escocia.
Royal mile y Catedral de St Gilles
Muy cerca se encontraba la Royal mile, casi dos kilómetros de calles en línea recta que conectaban el castillo de Edimburgo con el Palacio de Holyroodhouse. Dejamos el recinto del castillo a la espalda, que veríamos otro día y nos dispusimos a recorrerla de punta a punta. Paseamos por ella sin prisa, como muchos otros visitantes y autóctonos.
Habíamos andado tres pasos y nos tropezamos con la imponente Catedral de St Gilles, una gran iglesia gótica con una cúpula abierta muy característica en forma de corona. Merecía la pena entrar a verla.
Medio kilómetro más allá, en un edificio bien conservado, construido en 1591, que había sido tribunal y cárcel se asentaba ahora el modesto museo The People’s Story, dedicado a la vida de los habitantes de la ciudad desde el siglo XVIII hasta nuestros días. El museo era muy visual, con muchas figuras a tamaño natural, ideal para visitarlo con niños. Sin embargo lo que nos pareció un verdadero hallazgo fue un mapa de la España de 1938 en plena guerra civil, impreso en Edimburgo.
Junto al museo se encontraba la Cannongate Kirk, una austera iglesia del siglo XVII que sin embargo tenía a su alrededor un pequeño cementerio muy agradable.
Parlamento de Escocia y Palacio de Holyroodhouse
Y hacía el final de la Royal Mile encontramos el Parlamento de Escocia , un edificio moderno (acabado en 2004) de diseño arriesgado, casi futurista que lógicamente produjo una gran polémica entre la sociedad escocesa.
No solamente por el lugar escogido, en la cuidadosamente preservada Milla de Oro y frente al Palacio de Holyroodhouse, una joya del siglo XVI, (la residencia de la reina en Edimburgo), sino también porque su costo que acabó siendo 10 veces más de lo presupuestado.
Intentando evadirme de todos estos condicionantes, y admitiendo que no me gusta ver edificios modernos en un contexto de construcciones mucho más antiguas, lo cierto es que el Parlamento escocés obra del arquitecto catalán Enric Miralles me pareció un edificio sorprendente y radical.
El Palacio de Holyroodhouse lo vimos estupendamente desde la verja, no dudo de que fuera un edificio muy interesante pero la entrada no era precisamente barata (£12.50 en 2017).
Dimos la vuelta para tomar Holyrood Road, una calle paralela a la Royal Mile, pero sin demasiado interés. Frente al lateral del Parlamento se levantaba el Dynamic Earth una especie de museo de ciencias interactivo que me recordaba exteriormente al The O2, el auditorio londinense junto al Tamesis con su gran carpa blanca.
National Museum of Scotland y Cementerio de Greyfriars
Seguimos por Cowgate Street, una calle con mucho más encanto por sus edificios antiguos y sus singulares túneles bajo pasos elevados. Y por fín, llegamos al National Museum of Scotland, un museo de cinco plantas, didáctico e interesante, aunque algo heterogéneo que narraba la historia de Escocia desde sus orígenes hasta nuestros días. Lo que más nos gustó fue sin duda el increíble conjunto de 78 piezas de ajedrez de la isla de Lewis , talladas en marfil de morsa allá por el siglo XII, una auténtica obra de arte medieval. Y por supuesto tampoco dejamos pasar la oportunidad de subir a su terraza y admirar las increíbles vistas que poseía. Podía verse perfectamente el castillo de Edimburgo y las torres de las iglesias que jalonaban toda la Royal Mile.
Pero la visita que más golpeó nuestros sentidos fue la del cementerio de Greyfriars. Era un lugar lúgubre y sombrío, plagado de lápidas grisáceas, carcomidas por la humedad escocesa, pero resultaba tremendamente pintoresco y evocador. Sin duda los amantes de la fotografía podrían pasar horas aquí disparando su cámara.
Royal Botanic Garden Edinburgh
Todavía nos quedaban algunas horas de luz y usando nuestro flamante DAYticket, nos dirigimos en autobús al norte de la ciudad, fuera del centro histórico. Nuestra siguiente visita iba a ser al Royal Botanic Garden Edinburgh, un jardín extenso de 28 hectáreas, fundado nada menos que en 1670. A menudo entro en los jardines botánicos de las ciudades que visito. Son lugares agradables para pasear y suponen un contraste con otras visitas más densas como museos, edificios históricos o bares. La entrada al jardín era gratuita, aunque no así la de su espléndido invernadero victoriano. Pero sin duda valió la pena pasear por su jardín de rocas y su escalinata de piedras. Nos quedamos un rato sentados en un banco, muy quietos, hasta que las ardillas se olvidaron de nuestra presencia y se pusieron a corretear por allí delante de nosotros.
Decididamente los británicos saben levantar jardines botánicos. Quién haya visitado los Kew gardens a las afueras de Londres, sabrá a que me refiero.
Leith
Siguiendo con nuestro tour por el norte de Edimburgo nos dirigimos a Leith, un antiguo pueblo portuario que hace 100 años fue anexionado por Edimburgo. Parte de la famosa película de Danny Boyle ‘Trainspotting’ sucedía aquí. Hace algunos años, cuando nosotros fuimos todavía tenía cierto aire decadente, sin embargo parece que se ha convertido en una zona de moda.
Como ya era algo tarde, nosotros solo paseamos unos minutos junto al rio, conocido como Water of Leith, que serpenteaba perezoso antes de desembocar en el Mar del Norte, unos metros más allá. La calle más bonita se llamaba Shore, con sus edificios asomados al canal, como una pequeña Amsterdam.
Pero nuestra misión en Leith realmente era cenar, y cenar lo que los británicos llaman “See food” o sea cualquier cosa comestible proveniente del mar. Y sabíamos perfectamente donde hacerlo: en King’s Wark, una auténtica taberna escocesa de ambiente denso, atestado de escoceses recios, dónde no había rastro de turistas y la cerveza negra corría a raudales. Allí a dos pasos del puerto, todo el pescado era muy fresco. Comimos pargo en salsa y mejillones al vapor y por un momento largo estuvimos en la gloria.
Enlaces de interés:
Consejos para viajar a Escocia
Visit Scotland (Español)
Lothian Buses (Tickets)
Festivales de Edimburgo
Museos de Edimburgo
Palace of Holyroodhouse
Museo Nacional de Escocia
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