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En nuestro segundo día en la capital checa queríamos visitar el castillo de Praga. Hay diversos modos de acercarse en transporte público al imponente castillo praguense, pero que sepamos no hay manera de escabullirse de la subida a la colina. Nosotros fuimos en tranvía hasta la parada de Malotranská, muy próxima al rio y en apenas 15 minutos llegamos a la puerta del recinto del castillo. Junto a la entrada dos soldados muy jóvenes con uniforme oscuro montaban guardia y aguantaban a los turistas y a la ola de calor con una paciencia infinita.
El castillo de Praga
El castillo lo mandó construir a finales del siglo IX el príncipe Bořivoj I de Bohemia, al que se considera primer gobernante checo. Y fue declarado con todo merecimiento patrimonio de la Humanidad en 1992 junto con gran parte del centro histórico de Praga. El recinto consta de varios edificios de gran interés: la catedral de San Vito, el Palacio real, el convento y basílica de San Jorge, el palacio Lobkowicz, varias torres… pero sólo parte de la catedral es de libre acceso. La entrada ronda los 10€ pero sin duda los vale, el hecho de que su precio parezca caro, nos permitió ver casi todo el recinto tranquilamente y con apenas gente.
El Palacio real
Entramos a los sucesivos patios y en el tercero dejamos a nuestra izquierda la imponente Catedral de San Vito y accedimos al aparentemente mucho más modesto edificio del Palacio real. En su interior nos encontramos varias salas de épocas distintas pero la que nos sorprendió por su magnificencia fue la Sala Vladislao con sus 62 metros de largo y 15 de ancho. Se trata de un magnífico ejemplo de gótico flamígero con una preciosa bóveda nervada a 13 metros de altura.
El único lugar del palacio en el que se podían hacer fotos era en la terraza, así que nos pusimos a ello con fruición. Las vistas desde aquí son espectaculares, de Oeste a Este puede verse la montaña de Petrín, el barrio de Mala Straná, el rio Moldava y el puente Carlos y más allá la Ciudad Vieja.
La Basílica de San Jorge, el callejón dorado y la torre Dalibor
A la salida dimos a parar a otro patio, el cuarto si no he perdido la cuenta, dónde nos tropezamos con la espectacular cabecera gótica de San Vito, con decenas de pináculos apuntando al cielo. Justo enfrente contrastaba la rojiza fachada barroca de la Basílica de San Jorge. Su interior estaba muy restaurado pero aún conservaba interesantes elementos románicos y góticos, en particular algunos retazos de los frescos del ábside.
Después paseamos por el callejón dorado, llamado así porque estuvo en su día ocupado por numerosos orfebres. Es una callecita encantadora, estrecha, de casitas bajas de colores que ahora son en su mayoría tiendas de recuerdos. Al fondo del callejón nos encontramos con una agradable sorpresa: un pequeño museo dedicado a Josef Kazda un coleccionista e historiador de cine local. Recorrimos este pequeño edificio detenido en los años 50 del siglo pasado, lleno de rincones preciosos para los que amamos el cine, repletos de carteles de películas antiguas, fotografías de las estrellas de la época clásica y cajas medio oxidadas de bobinas de película . Aunque lo que más nos gustó fue sentarnos en la pequeñita sala de proyección.
Salimos del callejón dorado por unas escaleras que llevaban hasta la torre Dalibor , una construcción cilíndrica que fue usada durante años como prisión y que todavía mantenía cierto aire turbio y horripilante. En el centro de la sala se conservaba el agujero del pozo por el que eran bajados los presos mediante unas poleas. El resto de la estancia estaba decorada con siniestros instrumentos de tortura. Lógicamente, embargados de aquel torbellino de crueldad y perfidia nos pusimos a discurrir cómo funcionaban.
La Catedral de San Vito
Para el final habíamos dejado la visita al interior de la Catedral de San Vito. Se comenzó a construir en 1344 y fue diseñada por el francés Matías de Arrás por lo que muestra una clara influencia del gótico francés, aunque debido a numerosos avatares no fue finalizada hasta principios del siglo XX. De hecho a esta última época pertenecen los hermosos vitrales creados por el genial artista checo Alphonse Mucha, verdadero referente del art nouveau. El vestíbulo de la catedral se encontraba atestado de gente, mientras que para entrar a la zona del crucero y el ábside mostramos la entrada y pudimos ver todo sin apreturas. Me asombraron sobre todo las bóvedas de crucería situadas a más de 30 metros de altura.
El barrio de Nový Svět y Nuestra señora del Loreto
Por fin salimos del recinto del castillo, habíamos estado allí casi 3 horas. A poco más de 500 metros de allí se encuentra Nuestra señora del Loreto, una iglesia barroca con una distintiva torre sobre la fachada. Pero en vez de ir directamente por la calle Loretánská por dónde iban riadas de turistas, preferimos callejear por el otro lado, por el barrio de Nový Svět. Un puñado de calles estrechas y empedradas salpicadas de preciosos edificios de colores y casitas de cuento, por las que nos encantó perdernos.
Jardines de Wallenstein y barrio de Malá Strana
Bajamos del barrio del castillo (Hradčany) y tornamos dónde habíamos empezado el día, junto a la parada de tranvía de Malostranská. Muy cerca de ella, algo escondida, se encuentra la entrada a los jardines de Wallenstein. Aunque pueden verse en un suspiro vale la pena visitar estos coquetos jardines plagados de estatuas mitológicas y con un precioso estanque cuadrado.
Se estaba haciendo la hora de comer y volvimos a la plaza de Malta, una de las más bonitas de Malá Strana, en la que habíamos estado la víspera. Allí nos sentamos en la terraza del restaurante Konirna. No es un local económico, pero ese día nos venció la gula y la pereza. Aunque tenía platos para casi todos los bolsillos, por ejemplo se podía comer un estupendo goulash por menos de 9€.
El barrio de Malá Strana o Barrio Pequeño como sería más o menos su traducción al español, es sin duda uno de los que tiene más encanto de toda la ciudad.
Lleno de placitas y calles muy coquetas y a un paso de isla de Kampa y su jardín con vistas al rio Moldava.
Monte de Petřín
Ya por la tarde, por el precio de un billete de bus o tranvía, tomamos el teleférico que subía al Monte de Petřín. Lo cierto es que aquel lugar lleno de árboles, era el mejor sitio donde soportar aquel calor de junio. Es un parque enorme, derramado por la ladera de la montaña y que configura en gran medida la forma alargada, casi sinuosa del barrio de Malá Strana, encajonado entre el rio Moldava y el monte.
En la parte norte vimos una torre que recordaba a la de Eiffel de Paris, aunque mucho más modesta. Más hacía el sur nos tropezamos con una rebosante rosaleda, aunque nuestro objetivo era la iglesia de San Miguel Arcangel. Esta pequeña iglesia de madera fue traída desde la aldea de Medvědovce ahora perteneciente a Ucrania cuando todos estos territorios formaban parte del imperio austro-hungaro. En la actualidad por el contrario para realizar ese mismo trayecto habría que atravesar varias fronteras. Me encantan estas preciosas iglesias de madera, son todo un prodigio de la talla en madera. En otro de nuestros viajes, en el Sur de Polonia pudimos ver varias de ellas y aquellas están declaradas patrimonio de la Humanidad.
Bajamos del parque no sin antes echarnos un rato a la sombra. Atravesamos el rio por el puente Jirásek y encontramos la famosa Casa danzante (1997) obra de Frank Gehry y Vlado Milunić, que vigila el rio desde el Nové Město (la Ciudad Nueva). Un edificio sorprendente y discordante con la arquitectura de ese distrito donde predominan elegantes edificios del siglo XIX.
Enlaces de interés:
Entradas para el Castillo de Praga
Vista aérea del Castillo de Praga
Barrio de Nový Svět
Restaurante Konírna
Tipos de billetes de Transporte en Praga:
Czech-transport
Empresa de Transporte de Praga
Artículos de República checa:
Plan de viaje a Praga y la República Checa
Castillo de Praga
Barrio Judío de Praga
Vyšehrad, Nové Město (Praga)
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Kromeriz
Karst moravo, Trebic y Telc
Český Krumlov
Castillo de Karlštejn
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