Nuestro último día en Moravia iba a ser maravillosamente variado. Lo más sencillo hubiera sido visitar Brno, la capital de la región que sin duda era una ciudad llena de alicientes. Pero decidimos meternos en unas cuevas, quizá las más bellas de la República checa y después seguir hacia el Oeste, deteniéndonos en dos pueblos declarados Patrimonio de la Humanidad: Třebíč y Telč.
El Karst moravo (Moravský kras)
A unos 20km al norte de Brno se encontraba el espectacular Moravský kras (Karst moravo) un extenso conjunto de formaciones calizas con multitud de grutas, simas, precipicios y ríos subterráneos. Varias de estas cuevas habían sido habilitadas para su visita y resultaban una excursión muy habitual para los checos de aquella parte del país.
Cómo queríamos visitar la zona un domingo preferimos ser previsores y realizamos la reserva por internet, a través del centro de información de Skalni Mlýn, situado en la entrada del complejo de cuevas.
Existía un segundo acceso que nos resultaba más práctico desde Olomouc, junto al abismo de Macocha, donde recogimos nuestras entradas con 40 minutos de antelación. En aquel lugar había un par de tiendas de recuerdos, aseos y restaurantes en terreno robado al bosque.
El abismo Macocha
Seguimos las indicaciones y hasta que no estuvimos a un metro de las vallas no nos percatamos de que teníamos un enorme precipicio a nuestros pies. El abismo era un apelativo un tanto exagerado pero desde luego nos resultó sorprendente y nos provocó una ligera sensación de vértigo.
El Propast Macocha (o Abismo de la madrastra, un nombre intrigante ¿verdad?) era un precipicio de 138 metros, un agujero en mitad del bosque, alfombrado de vegetación y árboles en difícil equilibrio, enraizados en la piedra cortada casi en vertical. Estas formaciones también se conocen como torcas o dolinas y no son raras en terrenos kársticos. En España ya habíamos visitados las bonitas torcas cercanas a Cuenca.
La cueva Punkevní (Punkva Caves en inglés) era quizá la más famosa de todas y para llegar hasta ella había que salvar un fuerte desnivel por lo que existía un teleférico que facilitaba esta tarea. Nosotros preferimos bajar por nuestros propios medios ya que se trataba de un paseo de casi media hora muy agradable, entre bosques y no demasiado complicado. Así de paso perdimos de vista a las numerosas excursiones que andaban por allí.
Las Cuevas Punkva o Punkevní
A la hora convenida nos introdujimos en las cuevas, y fuimos pasando por distintas galerías plagadas de estalactitas y estalagmitas por las que seguía goteando el agua, creando formaciones de rocas realmente bellas.
La visita no dejaba de tener un cariz demasiado ‘turístico’, con su itinerario prefijado, a menudo en fila india y los focos colocados teatralmente en ciertos sitios, pero comprendíamos que este tipo de lugares tan sensibles a la acción del hombre, debían tener las visitas reguladas. Llegamos a una de las ‘esculturas’ más espectaculares conocida como ‘El Angel’ en la que el agua había esculpido sobre la piedra algo que recordaba a unas alas o a un manto precioso.
Atravesamos un túnel excavado por el hombre y fuimos a parar al abismo de Macocha, pero esta vez en su fondo. La visión de aquel agujero descomunal resultaba mucho más espectacular desde abajo y tremendamente hermoso por sus paredes tapizadas de verde esmeralda.
Aquella debía haber sido una de las mayores galerías de la cueva y simplemente en un momento dado la acción de agua y la humedad hizo caer el techo, haciendo que quedara al descubierto.
Seguimos con la visita, pero a partir de ahí se desarrolló casi únicamente en barca, surcando el rio subterráneo que atravesaba la cueva de Punkevní. Las luces y los reflejos del agua creaban sombras efímeras, a nuestro paso, sobre las rocas. La ruta circular nos devolvió al embarcadero donde habíamos entrado a la cueva.
A la vuelta decidimos subir al teleférico, más por curiosidad y para aprovechar más el día que por pura necesidad. Retornamos al coche y pusimos dirección a Třebíč a unos 90km al Oeste.
Qué ver en Třebíč
Plaza de Carlos (Karlovo náměstí)
Llegamos algo tarde para comer pero pudimos encontrar un restaurante en la Plaza Carlos (la más importante) que todavía servía comidas, nos lanzamos a la aventura de pedir platos en checo sin saber que eran. Y luego simplemente los intercambiamos según nuestros gustos, acabé con un hígado en salsa delicioso. El restaurante se llamaba Kavárna U Hradeb y no era demasiado visible desde la plaza, ya que se accedía a través de un corto pasaje que daba a una coqueta terracita interior, aunque también tenía un comedor techado.
Třebíč se encontraba dividido en dos por el rio Jihlava, en la orilla sur estaba la Plaza de Carlos (Karlovo náměstí), una plaza alargada muy bonita aunque lamentablemente invadida de coches y de algún edificio moderno horrendo. En ella destacaba, en una esquina, la renacentista casa pintada, con unos esgrafiados preciosos. Tras ella la iglesia de San Martín y la alta torre que, curiosamente en origen, no pertenecía a la iglesia sino al sistema defensivo de la ciudad.
Basílica de San Procopio
Cruzamos el rio y entramos en la zona designada como Patrimonio de la Humanidad. A la izquierda, una callecita empedrada, con fuerte pendiente, nos llevó hasta la oficina de turismo, que se encontraba junto a la imponente Basílica de San Procopio, con elementos románicos, pero gótica en su mayoría. San Procopio había sido construida sobre un cerro junto al rio y era visible desde gran parte de la ciudad.
Barrio y Cementerio judío de Třebíč
Muy cerca, en paralelo al rio Jihlaba se asentaba el barrio judío de Třebíč, uno de los mejor conservados del mundo con más de 100 construcciones, dos sinagogas y el ayuntamiento todavía en pie. Las edificaciones eran bastante modestas pero merecía la pena pasear por el barrio.
Sin embargo, el lugar que más nos interesaba era el cementerio judío, situado algo más arriba, a un corto paseo. Aunque no era comparable a la belleza del cementerio judío praguense, el de Třebíč también poseía gran encanto y contaba con decenas de losas centenarias. Cómo en otros lugares del país, durante la invasión nazi, la población judía de la ciudad fue diezmada, en su mayoría enviada a campos de concentración.
Třebíč nos dejó la sensación de que tenía un patrimonio importante pero algo descuidado, quizá con demasiado tráfico en el centro, por lo que no nos agradó tanto como otras ciudades checas. Sin embargo aquella zona rural del Sur de la República Checa tan poco frecuentada por los turistas y las aglomeraciones de gente transmitía una enorme autenticidad y encanto.
Qué ver en Telč
Hotel en Telč
A poco más de media hora en coche se encontraba Telč, donde habíamos reservado una bonita habitación, muy cerca de la plaza del pueblo. Habíamos acordado por email con la dueña de la Kamenne Slunce (Telč) que intentaríamos llegar antes de las 18h que cerraba la recepción. Llegamos 10 minutos antes, los primeros sorprendidos de aquella puntualidad fuimos nosotros. Esa hora en España podía parecer pronto, pero en un pueblo perdido del Sur de Chequia era ya hora de recogerse.
La simpática posadera chapurreaba el italiano por lo que pudimos comunicarnos bastante bien. Nos enseñó la pensión de la que estaba comprensiblemente orgullosa y nos dejó en nuestra amplia habitación triple.
Justo enfrente del hotel se encontraba la iglesia del Espíritu Santo (Sv. Ducha) probablemente el edificio más antiguo de la localidad y con una esbelta torre del siglo XIII que obligaba a levantar la cabeza para admirarla.
Plaza de Telč (Námesti Zachariáše z Hradce)
Dimos una vuelta al atardecer por la espectacular Plaza mayor (Námesti Zachariáše z Hradce) con sus decenas de edificios de hermosas fachadas renacentistas y barrocas. Había visto infinidad de fotografías de aquel lugar cuando preparaba el viaje, pero sinceramente no le hacían justicia. La Plaza mayor de Telč era, sin duda alguna, la plaza más bonita que había visto nunca.
Castillo de Telč (Zámek)
Al fondo de la plaza se encuentra el castillo de Telč, la cosntrucción más importante del pueblo. Data de los siglos XIV-XV y destacan sobre todo las bellas interiores decorados con esgrafiados del la Sala de Banquetes o el techo estucado de la capilla de San Jorge.
Telč se encuentra rodeado de tres pintorescos lagos y resulta encantador attravesar sus puentes y sus pequeños jardines.
Justo enfrente de nuestro alojamiento Kamenne Slunce había dos restaurantes, elegimos el U Marušky y disfrutamos de una cena casera y sencilla, justo lo que nos apetecía después de un día agotador.
Enlaces de interés:
Consejos para viajar a República Checa
Karst moravo
Moravia del Sur
Třebíč (web oficial)
Telc (web oficial)
Telč, patrimonio de la Humanidad
Artículos de República checa:
Plan de viaje a Praga y la República Checa
Castillo de Praga
Barrio Judío de Praga
Vyšehrad, Nové Město (Praga)
Kutná Hora
Olomouc
Kromeriz
Karst moravo, Trebic y Telc
Český Krumlov
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