Koh Phangan supuso una pausa maravillosa en el viaje que hicimos por Tailandia y Camboya, después de 10 días sin parar de ver cosas. En esta isla pudimos descansar y visitar sus playas y pueblitos con un ritmo mucho más pausado.
Surat Thani- Koh Phangan
Aquel día amanecimos en una ciudad del profundo sur de Tailandia, Surat Thani, dónde habíamos hecho noche tras llegar desde Bangkok, en un vuelo vespertino de Air Asia. Hubiera sido mucho más rápido y directo tomar el avión hasta Koh Samui (otra isla mayor, muy cercana a Koh Phangan) pero ese vuelo resultaba mucho más caro.
Surat Thani se ha convertido en una ciudad de paso para gran parte de los turistas que se dirigen a las islas. La ciudad no tenía grandes alicientes más allá de su mercado y algún templito, por lo que su oferta hotelera era muy reducida. Nosotros acabamos en el Chic Hotel Surat Thani, sin duda el lugar más kitsch, hortera e ingenuo en el que he estado jamás. El saloncito junto a la recepción se encontraba decorado con perritos de porcelana vestidos de frack, flores de plástico en jarrones recargados y tapetes de flores rosas. La habitación llena de decoraciones en dorado también era difícil de explicar y todo por apenas 20€ la noche.
Lo cierto es que el mayor punto a favor del hotel era que se encontraba a sólo 5 minutos andando de la pequeña estación de la empresa Seatran Discovery dónde tomamos un autobús a las 9.30 de la mañana. Tras hora y media en bus llegamos a un pequeño muelle dónde subimos a un ferry no demasiado veloz, que tras parar en Koh Samui nos depositó en el muelle de Thongsala, la capital de Koh Phangan.
A la salida del puerto se agolpaban los songthaews, como se conocen en Tailandia a las camionetas o pick ups para pasajeros. Localizamos las que hacían la ruta de Haad Yao (que era nuestra playa) y aceptamos sin regatear el precio que nos pedía el ajado conductor. Con nuestra cara de cansancio (habíamos montado en todos los medios de transporte posibles en las últimas 24horas) y nuestras enormes maletas era complicado regatear y parecer creíble e inflexible.
Las carreteras de la isla eran estrechas, poco más que una franja asfaltada en mitad de la selva, y pese a ello, nuestro chofer conducía como un energúmeno, mientras los pasajeros atrás, nos agarrábamos a una barra de metal con una mano y con la otra impedíamos que la maleta saliera volando. Afortunadamente llegamos sanos y salvos al pie de nuestro alojamiento. Digo esto porque los Tantawan bungalows eran una serie de cabañas desparramadas por una colina arbolada y tocaba subir la cuesta con la maleta.
Llegamos a nuestro bungalow, soltamos el equipaje y aquella maravillosa terraza con vistas al mar nos hizo olvidar todo el cansancio acumulado. Después de todo un año trabajando, nos habíamos ganado aquella maravilla.
Descansamos un rato y nos fuimos a comer al pueblecillo que había crecido tras la playa y junto a la carretera. Una pequeña ciudad en miniatura con sus restaurantes, supermercado, hoteles, farmacia, tiendas de ropa y turistas. Después paseamos por la playa Haad Yao, una de las más agradables de la isla.
Habíamos elegido esta parte del Noroeste de Koh Phangan porque estaba bien comunicado con la capital, había varias playas muy bonitas y se encontraba casi en la otra punta de Haad Rin previsiblemente la zona más concurrida. Esta playa era muy conocida por celebrar varias noches al año la masificada ‘Full Moon Party’. Exceptuando esos días Koh Phangan era mucho más tranquila y estaba mucho menos urbanizada que otros conocidos lugares de veraneo tailandeses como Phuket, Krabi o la cercana Koh Samui.
Chaloklum
Al día siguiente fuimos hasta Chaloklum, un pueblito de pescadores muy auténtico, anterior al boom turístico de la isla. Como se encontraba a apenas 6 kilómetros, convencí, no sé cómo, a mis amigos para ir a pie. Andamos por el arcén de unas carreteras onduladas casi desiertas y hacia el mediodía empezaron a maldecirme por el calor sofocante que caía sobre nosotros. Por fin llegamos a una larga playa acurrucada en una ancha bahía. La playa estaba dividida en dos partes diferenciadas, la primera plagada de barquitos de pesca y la otra reservada para el baño.
Nos refrescamos en el agua y luego dimos una vuelta por la calle principal, dónde se agolpaban unas pocas tiendecitas y el sempiterno 7-eleven. Por fin nos refugiamos a la sombra, en un restaurante al pie mismo de la playa, junto al pequeño muelle. Como habíamos supuesto el Phorn Restaurant With Seaview servía un pescado y un marisco fresquísimo. Pedimos algo sencillo, unos calamares enteros a la plancha que resultaron ser realmente apoteósicos.
Después de vaguear un poco regateamos con éxito con un taxista y nos devolvió a nuestro hotel en pocos minutos.
Thongsala y Wat Ka Noi
En nuestro tercer día en la isla decidimos alquilar una motocicleta, cosa que podía hacerse de manera sencilla y en multitud de establecimientos, incluido en nuestro en hotel. Era el medio de locomoción más usado en la isla y nos permitió visitar muchos de los lugares de interés de la costa Oeste de Koh Phangan.
En primer lugar volvimos a Thongsala, la ciudad más importante de la isla, poco más que un pueblo, pero con todos los servicios que podían necesitar los turistas: tiendas, agencias de viajes, taxis… Incluso un supermercado Tesco de grandes dimensiones, dónde compramos luego algo de comida.
El templo más importante el Wat Ratcharoen no tenía especial interés, en cambio el mercado de Thongsala, conocido como Fresh market rebosaba fruta madura y apetecible y montones de pescado fresco recién descargado en los muelles. Allí era dónde compraban los lugareños y apenas se veía algún turista curioso.
Salimos de la ciudad y nos dirigimos hacia la Phaeng waterfall, una pequeña cascada en el interior de la isla. Como estábamos en la temporada seca ya nos habían avisado que apenas tendría agua. Cuando llegamos, lo cierto es que nos costó encontrar el hilito de agua que caía entre las piedras.
Realmente habíamos ido allí porque un poco más arriba se encontraba según nuestros mapas un ‘Viewpoint’ o mirador. Subimos con dificultad un sendero entre piedras y arbolejos con mucha pendiente y al cabo de unos 20 minutos llegamos al enorme pedrusco que culminaba la cima. Aquella colina apenas tendría unos 500 metros de altitud pero desde allí teníamos unas vistas magníficas del bosque que nos envolvía y más allá de la ciudad y gran parte de la costa Oeste de Koh Phangan.
Volvimos a la moto y en pocos kilómetros llegamos al Wat Ka Noi, el templo más antiguo de la isla, según parecía había sido fundado allá por el 1400, aunque el edificio actual debía rondar los 100 años. Estaba situado en lo alto de una loma y era un lugar curioso y solitario cuando nosotros llegamos, con gallinas y algún perro correteando por allí. El Wat Ka Noi tenía unas bonitas estupas blancas y un par de edificios más, aunque resultaba lógicamente un templo mucho más modesto comparado con los que habíamos visto en Bangkok.
Volvimos para comer en el House People un restaurante al borde de la carretera, al lado del 7-eleven que a pesar de su aspecto de bar de copas servía una cocina de auténtica calidad. Por la tarde seguimos descansando en la piscina del hotel, algo realmente horroroso y estresante. Después subíamos a nuestra terraza dónde al atardecer aparecían de la nada un montón de mosquitos y polillas, lo que provocaba que también aparecieran un buen puñado de geckos que amablemente se comían a unos cuantos insectos.
Mae Haad
A menos de 5 kilómetros de nuestro alojamiento se encontraba uno de los lugares más fotografiados de la isla: Mae Haad, un precioso promontorio boscoso que se introducía en el mar a través de una estrecha lengua de arena y que a este lado se bifurcaba en dos bonitas playas. Las únicas construcciones que había eran algunas cabañas y bungalows desparramados entre los árboles y las palmeras. Aquel era uno de aquellos lugares maravillosos que gracias a su aislamiento permanecían casi inalterados.
La franja de arena que la unía al resto de Koh Phangan era tan delgada que con la marea alta aquel peñón cubierto de árboles se convertía en una islita. Aprovechamos que estaba baja y exploramos un rato por las rocas y descubrimos que lamentablemente las corrientes habían arrastrado algo de basura hasta allí y había quedado atrapada entre los escollos. El sitio no era perfecto, pero se le acercaba bastante.
Volvimos a la playa de arena blanca y fina. Estaba casi desierta, con apenas tres o cuatro turistas aquí o allá. A mí personalmente tostarme al sol siempre me pareció aburridísimo, pero en una playa paradisíaca como aquella las cosas se veían de distinto modo. Nuestras mayores preocupaciones eran: cuando nos metíamos en el agua y quien iba a comprar algo al chiringuito de unos metros más allá. Maravilloso.
Enlaces de interés:
Seatran Coach Bus Terminal
Ko Pha Ngan
Tantawan Bungalows
Wat Phu Khao Noi
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