En un paisaje dominado por los olivos, se divisa desde lejos Iznájar, una villa encaramada en la cima del monte más alto de los contornos.
No es de extrañar que, en su día, los árabes eligieran este enclave, a orillas del río Genil, para levantar una atalaya desde la que controlar todos sus dominios.
Hoy, en su cima despuntan imponentes el castillo y la iglesia, mientras que el caserío, de un blanco inmaculado, se derrama por las laderas.
Unos pocos kilómetros más al norte, la presa de Iznájar retiene al río, que inunda los valles cercanos formando el embalse más extenso de toda Andalucía.
Las aguas del pantano llegan incluso a las provincias limítrofes de Granada y Málaga y rodean al pueblo de Iznájar, casi por todos lados, dejándolo varado sobre una península.
Bajo las aguas quedaron cortijos y fértiles huertas, pero trajo consigo a muchos turistas atraídos por la pintoresca estampa de este hermoso pueblo andaluz asentado sobre las aguas verdes del pantano.
La manera más cómoda de conocer la comarca es con una visita guiada por la Sierra Subbética con Civitatis.
Un poco de historia
Época árabe
Se cree que los árabes levantaron aquí en el siglo VIII un castillo al que llamaron Ḥiṣn ʿAšar (حصن عشر) que dio lugar a la denominación actual de Iznájar.
Otras localidades andaluzas como Iznalloz o Iznatoraf poseen también ese prefijo que proviene de la palabra árabe Ḥiṣn (حصن) que significa castillo o fortaleza.
Abu Abd Allah Muhammad Al-Idrisi, considerado uno de los grandes geógrafos y cartógrafos del medievo describió en sus escritos la Iznájar del siglo XII. En especial su castillo bien fortificado, la numerosa población del lugar y su concurrida alcaicería, una suerte de mercado árabe.
Tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212), en las que las tropas cristianas se impusieron a las árabes, comenzó el declive del imperio almohade.
En pocas décadas los reinos de Castilla y Aragón arrinconaron a los árabes al sur del río Guadalquivir, que mantuvieron, pese a todo, el dominio sobre el reino de Granada por casi tres siglos más.
Conquista cristiana
Iznájar quedó en territorio nazarí, pero enclavada en una región fronteriza e inestable, muy vulnerable ante los ataques enemigos.
Otras localidades cordobesas cercanas como Lucena (1240) o Priego de Córdoba (1341) fueron pronto conquistadas por los cristianos. Iznájar cambió de manos varias veces durante ese período, hasta que en 1434 fue definitivamente tomada por el rey Juan II de Castilla.
Más tarde, Enrique IV (hermano y predecesor en el trono de Isabel I) entregó el señorío y el título de Vizconde de Iznájar a Diego Fernández de Córdoba. Éste fue un importante miembro de la nobleza castellana que años después participaría en la batalla de Lucena (1483) donde capturó a Boabdil el emir de Granada.
Este hecho mostró claramente la debilidad del reino de nazarí que sería finalmente conquistado por los Reyes Católicos al poco tiempo.
El pantano de Iznájar
No acaecieron en el pueblo cordobés sucesos de enorme trascendencia hasta que mediado el siglo pasado se iniciaron a pocos kilómetros las obras casi faraónicas de la presa de Iznájar.
Los trabajos se extendieron por 10 años y finalmente el pantano fue inaugurado por el propio dictador Franco, en junio de 1969.
El acto fue presentado en los noticiarios de la época (el conocido NO-DO) como toda una proeza técnica y que serviría para “regar varios miles de hectáreas de tierra sedienta”. (ver video adjunto)
Las aguas del embalse cubrieron más de 25km² y anegaron las casas y tierras de cientos de iznajeños que se vieron obligados a emigrar. Muchos de ellos fueron realojados en localidades construidas expresamente como Céspedes o Bembézar (del Caudillo). Otros muchos, como la familia del ex presidente de la Generalitat de Catalunya y ex ministro José Montilla emigraron a grandes ciudades como Barcelona.
Hoy, ciertamente, el pantano supone un importante atractivo turístico en la zona, no sólo por su valor paisajístico sino también como centro de actividades como la pesca y los deportes acuáticos.
Qué ver en Iznájar
A lo lejos, Iznájar posee una silueta imponente, como de fortaleza inexpugnable. Pero al penetrar en el pueblo nos seduce con el encanto humilde de sus callejuelas empinadas, sus casas encaladas y sus tejas de barro.
En este pueblo, perdido en las estribaciones de la Cordillera Subbética, no hay que buscar un patrimonio opulento y desmesurado. Su agreste orografía y su historia de enclave fronterizo y vulnerable nunca lo permitieron.
Pero sí que podemos encontrar varios de los rincones más pintorescos de la provincia de Córdoba y, sin duda, algunos de los paisajes más bellos del interior de Andalucía.
Casco histórico
Si se ha llegado hasta aquí en coche, conviene aparcarlo fuera del centro urbano. Iznájar ha de ser explorado a pie y trepar por sus angostas callejas, que permiten una temperatura más fresca, en estas tierras de veranos sofocantes.
Así es posible tropezarse con alguna casona hidalga, como la Casa de las columnas, del siglo XVIII, con su preciosa fachada flanqueada de columnas, leones y los escudos de armas de la familia Salazar.
En un costado del pueblo se halla la Ermita de la Antigua, levantada en el siglo XVII. Un templo de fachada austera y bonita que forma parte de uno de los lugares más coquetos del pueblo. A un lado las escaleras de la estrecha calle de la Antigua, al otro una larga balconada con vistas al barrio del Coso y el pantano.
La ermita cobija en su interior la imagen de la patrona de Iznájar, la Virgen de la Piedad, una obra de barro cocido policromado muy singular, datada en el siglo XV.
También destaca el camarín de Jesús Nazareno, esta imagen es muy venerada, especialmente en Semana Santa, cuando es sacada en procesión. Lamentablemente tanto esta como las demás iglesias del pueblo suelen estar abiertas sólo en horario de culto o fechas señaladas.
Subiendo hasta la parte alta del pueblo llegamos a la oficina de Turismo de Iznájar, un buen lugar donde recabar información y hacerse con un plano.
Está situada en un lugar estratégico, junto a una de las puertas de la antigua medina y que formaba parte de la muralla.
La Medina
Tras atravesar el arco que da entraba al recinto amurallado, encontramos el Patio de las comedias, probablemente el rincón más pintoresco del pueblo. Una plazuela de casitas encaladas con sus fachadas cubiertas de tiestos azules con geranios, calanchoes y cactus.
Este lugar se utilizó en época medieval primero como zoco y después como escenario de representaciones teatrales, de ahí su nombre de Patio de las comedias. Al fondo hay un mirador y también una torre que formaba parte de la vieja muralla, coronada por una estatua San Rafael.
A dos pasos tenemos la iglesia parroquial de Santiago Apóstol, cuya robusta torre es visible desde varios kilómetros a la redonda.
El templo se construyó en los siglos XVI-XVII en estilo renacentista y con muros de sillares finamente labrados, pero su confusa estructura exterior denota su carácter inacabado. El proyecto inicial era probablemente demasiado ambicioso ya que contemplaba una iglesia de grandes dimensiones en un terreno muy escarpado.
La iglesia tuvo problemas de sustentación que obligaron a principios del XVIII a levantar un elegante contrafuerte exterior con arbotante para sujetar la esquina del crucero.
A la sombra de la torre de la parroquia, en una casita al mismo borde del precipicio se ha instalado el breve, pero interesante Museo Antonio Quintana, un pintor y escultor local con un universo muy personal.
En un costado de la iglesia se acurruca la hermosa placita de Rafael Alberti, dedicada al célebre poeta gaditano. Alberti visitó Iznajar en su juventud y le inspiró uno de sus poemas, el titulado ‘Torre de Iznajar’ que puede leerse en los azulejos que decoran la plaza.
Uno de los flancos de la plaza lo configura la Biblioteca Municipal, instalada en un antiguo pósito o almacén de grano de tiempos de Carlos III. Su interior no carece de interés y muestra unas elegantes arquerías de ladrillo y valiosos documentos históricos.
El Castillo de Iznájar
Historia del castillo
Esta alcazaba de estilo nazarí se construyó a mediados del siglo VIII, no mucho después de la invasión musulmana de la península ibérica. Aunque se han encontrado indicios que apuntan a que pudo haber una fortaleza anterior de época visigoda.
La alcazaba incluía también unos baños, casas nobles y una mezquita seguramente en el lugar en el que se asienta la parroquia de Santiago Apóstol.
La estructura y el aspecto del castillo han cambiado mucho a lo largo del tiempo debido a diversas ampliaciones e importantes reconstrucciones.
Después de los avances castellanos del siglo XIII la frontera quedó a pocos kilómetros de esta plaza árabe, por lo que se construyó un segundo recinto amurallado para protegerla mejor.
En 1434 tras una dura batalla, Pedro Fernández de Córdoba conquistó finalmente Iznájar y tuvo que reconstruir gran parte de la fortaleza.
Ya en el siglo XVIII el administrador del duque de Sessa realizó profundas transformaciones para su uso como vivienda, causando no pocos destrozos en el castillo.
Finalmente, en 1991 fue adquirido por el ayuntamiento de Iznájar y dos años después fue declarado Bien de interés Cultural (BIC). Recientemente se llevó a cabo una restauración integral que le devolvió parte de su antiguo esplendor a uno de los castillos más emblemáticos del Al-Andalus.
Visita al castillo
Al castillo se accede por el lado norte, junto a una réplica de una catapulta que se usaba para el asedio de las fortalezas.
Al entrar al patio de armas sorprende que no sea un espacio diáfano, sino que posee diversas construcciones entre las que se adivinan los restos de un horno y una cocina.
En una plataforma elevada del patio, se encuentra el brocal de un aljibe islámico con más de 1000 años de antigüedad. Este es un amplio espacio abovedado y con arcos apuntados góticos de época posterior que se usaba como depósito de agua.
También existen un par de estancias que han sido habilitadas como salas para exponer diversas armas y vestimentas medievales.
El castillo posee cuatro torres, pero entre ellas destaca por su altura y robustez, la torre del homenaje, situada en la parte occidental del recinto, la zona más fácilmente defendible por lo abrupto del terreno.
Merece la pena subir a la torre y al adarve de las murallas desde donde se tienen unas vistas espléndidas del pueblo y el pantano. El castillo de Iznájar con sus muros de 1,80 metros y su privilegiado emplazamiento debió de ser en su día un bastión casi inexpugnable.
Los Miradores
Además del espléndido panorama que se abre desde lo alto de las murallas del castillo, hay otros excelentes miradores en los márgenes del pueblo.
El más apreciado puede que sea el Mirador Cruz de San Pedro porque ofrece unas vistas excepcionales del castillo, la parroquia y la parte alta de Iznájar.
Por su parte el mirador de las Tres Cruces, en las afueras de Iznájar, mira en dirección a la zona de la playa de Valdearenas. Pero es quizá más bonito el enclave del mirador de Puerta del Rey rodeado de casitas blancas con mucho encanto.
No hay que olvidarse de las preciosas vistas del pueblo que se tienen junto al patio de las Comedias, al pie de la torre de San Rafael.
Para contemplar el pueblo a distancia hay diversos miradores casi en todas direcciones. Quizá uno de los mejores se sitúa junto al Caserío de Iznájar.
Dónde comer y dormir
Hay un buen puñado de bares y restaurantes de calidad en Iznajar. El Restaurante Casa Juani es uno de los más recomendables, se halla a los pies del monte, junto al puente de acceso por el norte.
Para pasar la noche la mejor opción es el Caserío de Iznájar Hotel – Restaurante, un extenso complejo con jardines y piscina. Está situado a dos kilómetros del centro urbano y ofrece unas vistas excepcionales del pueblo y el embalse.
Queríamos agradecer la amabilidad y el apoyo de Turismo de Iznájar y de Destino Subbética.
Mapa: Qué ver en Iznájar
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