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Al sur de la provincia de Guadalajara, en un bello paraje cercano al Tajo se asienta uno de los conjuntos históricos más imponentes de Castilla La Mancha.
Pastrana, perteneciente a la conocida comarca de La Alcarria está a poco más de una hora en coche desde Madrid y unas tres horas, partiendo de Valencia. En mitad del reseco paisaje alcarreño, sorprende el verdor que envuelve a esta localidad, en particular en la vaguada atravesada por el río Arlés, cubierta de árboles y cultivos.
Pastrana posee un palacio renacentista, una colegiata, varios conventos y algunas pintorescas callejuelas que conservan todavía su trazado medieval.
Y aunque otras ciudades históricas de la meseta castellana gozan de más renombre, el ingente patrimonio de Pastrana difícilmente dejará indiferente al viajero.
Sin embargo, no pocas de las casonas más antiguas de la villa arrastran profundas cicatrices, no solo debidas al paso del tiempo sino también al despoblamiento y a la falta de inversión.
A pesar de todo, Pastrana posee uno de los centros históricos más hermosos del centro de España.
La manera más cómoda de explorar Pastrana y sus alrededores es con alguna de las visitas guiadas por la provincia de Guadalajara de Civitatis.
Un poco de historia
Fundación y título de villa
Parece ser que la vega de río Arlés ya estaba habitada en tiempos de los romanos. Sin embargo, la villa tal y como la conocemos hoy, fue fundada en el siglo XIII por la Orden de Calatrava, tras la expulsión de los musulmanes.
Un siglo después, en 1369, Enrique II de Castilla le concedió el título de villa y grandes privilegios con lo que Pastrana creció en población e importancia.
Carlos I de España y V de Alemania consiguió ciertas bulas papales que le permitieron vender en 1541 la villa de Pastrana a Doña Ana de la Cerda, condesa de Mélito y abuela de la futura Princesa de Éboli.
Parece ser que los pastraneros se opusieron a esta transacción por temor a perder los privilegios reales. Sin embargo, fue el comienzo de un periodo de prosperidad de Pastrana. Pronto, Doña Ana de la Cerda inició la construcción del Palacio Ducal, el monumento más emblemático de la villa.
Los príncipes de Éboli
Por indicación del príncipe Felipe (futuro rey Felipe II) su secretario personal Ruy Gómez de Silva se desposó con la joven Ana de Mendoza y la Cerda, perteneciente a uno de los linajes más poderosos del país. Ésta sólo contaba con 12 años por lo que el matrimonio de los príncipes de Éboli no se consumó hasta años después.
Tras la muerte de Doña Ana de la Cerda, los hijos de ésta vendieron el señorío a los príncipes de Éboli en 1569, que obtendrían también el título de Duques de Pastrana.
Con el inicio del ducado llegó el momento de mayor esplendor de la ciudad alcarreña. Los príncipes impulsaron la industria local, en especial de la seda y trajeron artesanos moriscos y maestros flamencos. Y al mismo tiempo encargaron la construcción de la hermosa Colegiata e hicieron venir a Santa Teresa de Jesús, que fundó dos conventos en la villa.
A la muerte del Duque Ruy Gómez, Ana de Mendoza ingresó en un convento, pero incumplió reiteradamente las normas de la orden religiosa, de manera que el propio Felipe II le ordenó abandonar su retiro.
La princesa de Éboli se instaló entonces en Madrid convirtiéndose en una de las damas más influyentes de la corte. Sin embargo, las intrigas que urdió con el secretario real Antonio Pérez, hicieron que el propio rey la confinara a su palacio en Pastrana. La princesa de Éboli no volvió a salir del Palacio Ducal hasta su muerte en 1592.
A partir del siglo XVIII se inició la decadencia de Pastrana, sobre todo tras el traslado de la residencia de los duques a Madrid.
Una Villa Literaria
El gran dramaturgo Leandro Fernández de Moratín se retiró durante algún tiempo a la villa alcarreña, de donde era originaria su madre, y aquí escribió alguna de sus obras más conocidas.
Aún se conserva la casa que adquirió y donde vivió largas temporadas, situada como no podía ser de otro modo en la calle Moratín.
Siglo y medio después en 1948, un joven escritor llamado Camilo José Cela recorrió la comarca por tierras de Guadalajara tras lo cual publicó uno de sus libros más famosos. En el capítulo XI de ‘Viaje a la Alcarria’ Cela narra sus impresiones y describe los monumentos más emblemáticos de Pastrana.
Qué ver en Pastrana
Palacio Ducal
La imponente fachada del Palacio Ducal, de casi 60 metros de longitud, domina la plaza de la Hora, el lugar más prominente de Pastrana.
Sin duda, Doña Ana de la Cerda, condesa de Mélito deseaba construir un palacio majestuoso que impresionara a los visitantes. De hecho, es necesario situarse casi en la otra punta de la plaza para poder contemplar de un vistazo la fachada en toda su extensión.
El edificio de estilo renacentista posee un exterior austero, sin apenas ornamentos, salvo el pórtico central, de clara influencia italiana con un lema que reza: «DE MENDOZA Y DE LA CERDA».
Posteriormente, sobre este portón se erigió una amplia balconada que contrasta con la ventana enrejada de una de las torres, donde estuvo prisionera la princesa.
El conjunto palaciego fue obra de uno de los grandes arquitectos de la época, Alonso de Covarrubias, que trabajó en otros excepcionales edificios como la Catedral de Toledo o el Monasterio de San Miguel de los Reyes en Valencia.
El palacio, sin embargo, permaneció inacabado durante siglos (se finalizó en 1997) y eso resulta patente al acceder al decepcionante patio interior. Donde la piedra noble contrasta con unas columnas metálicas, en una mezcla tan heterogénea como discutible.
En todo caso, el patio techado actual resulta ahora mucho más útil a los pastraneros que lo utilizan para sus eventos y fiestas populares a resguardo del frío y las inclemencias del tiempo.
La que fuera residencia de los duques esconde, no obstante, varias estancias que merece la pena visitar, en especial por sus preciosos artesonados sorprendentemente bien conservados. Se trata de algunas de las estancias privadas de la Princesa y la capilla, donde también podemos admirar zócalos decorados con bellos azulejos toledanos de estilo mudéjar.
El palacio puede visitarse por libre cualquier día de la semana, aunque conviene pasarse el sábado por la mañana para hacer la visita guiada. Ésta incluye un corto recorrido por el palacio y también un paseo por el centro histórico. Se puede contratar en la Oficina de turismo de Pastrana situada en el propio Palacio Ducal.
La Plaza de la Hora
Esta majestuosa plaza tenía la función de patio de armas del Palacio Ducal. Y hoy sorprende encontrarla en una localidad de apenas 885 habitantes.
Uno de los flancos conserva todavía pintorescas casas porticadas, habituales en muchas otras villas castellanas.
Merece la pena asomarse al extremo opuesto del palacio, desde donde se tienen unas excelentes vistas de la vega del río y sus huertas.
El nombre de la plaza de la Hora proviene del periodo en que la princesa de Éboli estuvo recluida en el palacio y sólo se le permitía asomarse a la ventana del torreón una hora al día.
En la actualidad la plaza suele aparecer cada fin de semana atestada de vehículos, a pesar de existir un aparcamiento gratuito a cinco minutos a pie. No sería mala idea que el ayuntamiento peatonalizara la plaza.
Iglesia Colegiata
El otro gran edificio de Pastrana es la Colegiata de Nuestra Señora de la Asunción, levantada originalmente en el siglo XIV como iglesia parroquial, aunque posteriormente fue ampliada y reformada en diversas épocas.
Destaca la bonita portada norte, construida en estilo gótico, con un elegante arco apuntado y una delicada ornamentación vegetal en las arquivoltas.
Fray Pedro González de Mendoza hijo menor de los príncipes de Éboli fue un prominente clérigo que llegó a ser arzobispo de Granada y de Zaragoza. Pero es recordado sobre todo por su importante labor de mecenazgo en Pastrana. A él se debe la ampliación de las naves y el crucero de la Iglesia Colegiata a principios del siglo XVII.
Del sobrio interior del templo sobresale el enorme y dorado retablo del altar y el imponente órgano, una joya realizada en 1704 que sigue en uso.
En las dependencias de la iglesia colegiata se encuentra el afamado Museo de Tapices que conserva algunas valiosas piezas flamencas del siglo XV.
Convento del Carmen
A kilómetro y medio del pueblo se encuentra el Convento del Carmen, uno de los dos que fundó Santa Teresa en Pastrana allá por 1569.
Los frailes carmelitas fueron sus ocupantes hasta la desamortización de Mendizábal en 1836. Y dos décadas después lo comenzó a utilizar la Orden Franciscana para formar a los misioneros que marchaban a extremo Oriente.
En la actualidad, sin embargo, alberga un museo y se explota como hospedería y lugar para eventos de empresas.
Las visitas al Museo dedicado a la figura de Santa Teresa tienen lugar los sábados y domingos y es preceptivo inscribirse primero en la Oficina de Turismo de Pastrana.
El complejo conventual resulta bastante imponente por su enorme tamaño, en él destaca el robusto edificio central de tonos rojizos y la bonita escalera y las arcadas de piedra que le dan acceso.
El interior del convento es austero, como cabría esperar, con las paredes encaladas y aparentemente muy reformado por lo que no tiene el encanto de lo añejo.
Posee una colección de obras de arte entre las que sobresale una serie de lienzos sobre Santa Teresa y una talla de Cristo yaciente del afamado escultor Gregorio Fernández.
En el pueblo, a unas pocas calles de la Colegiata se sitúa el convento de San José también fundado por Santa Teresa, éste destinado a monjas carmelitas. En la actualidad sigue ocupado por unas pocas religiosas franciscanas.
Centro histórico de Pastrana
Más allá de los grandes edificios, el gran atractivo de Pastrana es caminar sin rumbo por el intrincado trazado medieval de la villa.
La calle Princesa de Éboli, situada junto a la carretera suele ser la puerta de entrada a la ciudad vieja de Pastrana.
En ella encontramos el conocido como Palacio Viejo, con una preciosa, aunque muy deteriorada, portada gótica que recuerda a la de la Colegiata. Este palacio se supone que se utilizó como hospedería de la Orden de Calatrava antes de que Doña Ana de la Cerda adquiriera la villa.
Un poco más allá, un arco de origen medieval da entrada a la amplia plaza de la Hora.
Dejando atrás el Palacio Ducal, otra gran puerta desemboca en la Calle Mayor, una estrecha y bien cuidada calleja donde se concentran la mayoría de restaurantes y tabernas de la población. Esta importante vía conectaba los distintos poderes de Pastrana, a un lado los duques en su palacio y al otro en la Plaza del Ayuntamiento, la iglesia Colegiata y el edificio del consistorio.
Fuente de los Cuatro Caños
Esta zona esconde, en sus callejuelas sinuosas, los rincones más pintorescos de todo Pastrana. No hay que perderse la tortuosa calle Heruelo flanqueada de casitas con encanto y alguna puerta medieval inesperada.
Muy cerca descubrimos la Fuente de los Cuatro Caños (foto arriba), quizá el elemento urbano más singular de esta localidad alcarreña.
Una fuente monumental del siglo XVI que recuerda a otras extremeñas como las que encontramos en Plasencia o Hervás. La fuente pastranera cuenta con cuatro rostros en relieve que se cree simbolizan las edades del hombre.
Desde la Fuente de los Cuatro Caños parten varias callejas que merecen ser exploradas sin prisa. Es posible que estas angostas callejuelas formaran parte en su día de un barrio judío.
Calle La Palma
La Palma, pese a su escasa longitud, es probablemente la calle más interesante desde el punto de vista histórico. Aquí se agolpan casi uno tras otro, varios edificios de gran valor, aunque ciertamente, algunos en muy mal estado.
En la esquina con General Cayuela despunta la que fue la siniestra Casa de la Inquisición. Aunque bastante reformada, posee una elegante balconada sobre enormes piedras esquineras.
En el número 7 descubrimos un enorme arco de medio punto en torno a la puerta de la conocida como Casa del Caballero Calatravo. Esta casona se encuentra muy deteriorada, pero es una magnífica muestra de arquitectura popular medieval.
Aunque no se conserva apenas información sobre ella, su posesión se atribuye a un caballero de la Orden de Calatrava. Debido a que, en uno de los cuarteles del escudo de armas, situado sobre la puerta, aparece la Cruz de Calatrava.
Casi al lado encontramos otro caserón que se cree que fue una sinagoga. Sobre todo, por un pequeño y preciosa ornamentación situada en su fachada.
En este pequeño fragmento de estuco aparece una estrella de David, que bien pudo haber sido elaborada por aquellos artesanos mudéjares que llegaron en tiempos de los Príncipes de Éboli.
Un poco más allá se halla el Arco de San Francisco junto con parte de la muralla que a finales del siglo XIV construyó la Orden de Calatrava en torno a la villa.
Dónde comer y dónde dormir
La gastronomía alcarreña tiene merecida fama por lo que no hay que marcharse de Pastrana sin probar alguno de sus platos más conocidos.
Viandas suculentas como el cordero asado, las migas del pastor o el morteruelo pueden encontrarse en la mayoría de los restaurantes. Y tampoco hay que olvidar los postres como bizcochos borrachos o yemas de Santa Teresa. O la dulcísima tarta de la abuela del Restaurante Castilla (Calle Casino, 2), a dos pasos de la Plaza de la Hora.
No es mala idea hacer noche en Pastrana, ya que puede servir de base para visitar otros lugares de interés de Guadalajara y Cuenca.
Una buena opción de alojamiento es el Hotel Palaterna, justo delante de la Fuente de los Cuatro Caños.
Enlaces de interés:
Turismo de Pastrana
Turismo de Guadalajara. Ruta de la Alcarria
Turismo Castilla la Mancha
Destino y sabor: Villa Ducal
España (Castilla- La Mancha y Madrid):
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