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La villa de Sepúlveda se alza imponente sobre una de las últimas estribaciones del Sistema Central en la provincia de Segovia. Agarrada a la montaña y protegida por los sinuosos ríos Duratón y Caslilla, parecería una plaza inexpugnable. Y sin embargo allá por el siglo X en época de la Reconquista cambió varias veces de manos entre cristianos y árabes. Posteriormente creció convirtiéndose en una de las localidades más importantes de la zona.
Sepúlveda conserva uno de los patrimonios más importantes de la provincia de Segovia y debido a ello fue declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1951. Y también pertenece a la Asociación Los pueblos más bonitos de España, una lista a la que pertenecen menos de 70 localidades.
Entre su riqueza despunta la excepcional Iglesia del Salvador, un templo románico del siglo XII de una gran belleza. Pero también destaca por su rica gastronomía castellana y una naturaleza desbordante a apenas unos pasos. Esta zona segoviana guarda mucha relación tanto cultural como geográficamente con la hermosa y áspera Sierra Norte de Madrid.
Historia
Entre los siglos V y II antes de Cristo se tiene constancia de que el enclave de la actual Sepúlveda estuvo ocupado por unas tribus celtibéricas. Pero estas fueron expulsadas cuando llegó la dominación romana. De esta época perviven algunos vestigios en las murallas de la ciudad, una calzada y un puente. El modesto pero interesante puente Talcano está situado a solo un kilómetro fuera del núcleo urbano.
Aunque durante siglos, tanto romanos como después visigodos apenas instalaron una pequeña aldea donde ahora se asienta Sepúlveda.
A mediados del siglo X tras reconquistar la villa se le encomendó su repoblación al conde de Castilla, Fernán González que le concedió el fuero a Sepúlveda. En esta región fronteriza fueron años turbulentos y la plaza fue conquistada por los árabes varias veces. Finalmente en 1010 la villa pasó a manos cristianas de manera definitiva. En los siglos XI y XII Sepúlveda alcanza un momento de gran esplendor y contaba con más de 15 iglesias, como otras importantes ciudades como Toledo o Segovia. Y se convirtió en centro de la Comunidad de villa y tierra de Sepúlveda que todavía reúne una gran extensión de territorios del oriente segoviano.
Cómo llegar a Sepúlveda
Si se viaja en coche lo más práctico es tomar la Autopista A-1 y tomar el desvío bien de Castillejo de Mesleón o de Boceguillas a apenas 12 kilómetros de Sepúlveda. Se llega así a la villa por el Este.
Sin embargo si se viene por el Sur tomando la carretera autonómica SG-232 puede encontrarse el espléndido Mirador de Zuloaga que permite ver una espléndida estampa de la Villa desparramada por las colinas.
También es posible venir en autobús desde Madrid, Segovia o Boceguillas. Las compañías Linecar y Aisa tienen varios horarios que se pueden consultar en sus webs.
Que ver en Sepúlveda
Las puertas y las murallas
Si uno se acerca a la villa por el lado del Duratón, deberá tomar la calle Alfonso VI. El rey que repobló definitivamente Sepúlveda hacia 1076. La calle, casi una carretera, trepa la montaña de manera paulatina con las casas en la ladera a un lado y algo más abajo el río, casi invisible en la hondonada.
Si uno viene en coche conviene dejarlo en alguno de los pequeños aparcamientos que se anuncian y adentrarse en Sepúlveda a pie. Así se va viendo que las casas van ganando cierto encanto hasta que después de una curva surge la preciosa Puerta del Azogue o del Ecce Homo. Una construcción árabe del siglo X que aunque con añadidos posteriores constituye uno de los rincones más pintorescos de la población. Y una de las puertas supervivientes de la que se conoció como villa de las 7 puertas.
La otra gran puerta de la villa, fortificada casi como un castillo, es la Puerta del Río. Esta entrada que sube desde el río Caslilla hasta el Barrio de San Esteban, se muestra majestuosa desde el exterior. Mientras que guarda en su parte interior a la Virgen de las Pucherillas en una hornacina.
Todavía quedan tramos de la antigua muralla que rodeaba la ciudad. Aquí y allá todavía parece formar parte de la fachada de una casa. Pero es en el tramo del Trascastillo recientemente restaurado. Y sobre todo junto a la calle del Postiguillo (paralela a Alfonso VI) donde se pueden ver las muros más imponentes.
La Plaza de España
Si no se atraviesa la Puerta del Azogue y se curvea a la derecha se toma la calle de la Barbacana hasta llegar al lugar donde se reúnen los sepulvedanos. La Plaza de España no es como en otros lugares de Castilla un espacio cuadrado y amplio.
La plaza de Sepúlveda es irregular, con una parte más ancha y otra más angosta para volver a ensancharse en torno a la fuente. Las casas quizá estén construidas con materiales modestos pero sus largas balconadas y sus tonos terrosos en contraste con el cielo azul la convierten en una plaza singular y pintoresca. En el extremo opuesto a la fuentecita preside la plaza desde las alturas el castillo y el distinguido Edificio del reloj adosado al muro de la fortaleza.
El castillo parece ser que fue en principio una fortaleza romana y posteriormente, hacia el siglo X se convirtió en una alcazaba árabe. De la que formaban parte el castillo y las murallas antes citadas.
Las balconadas abiertas a los lados del torreón fueron añadidas en el siglo XVII al igual que la espadaña y las campanas un siglo después.
El Edificio del reloj, anejo al castillo, es quizá la construcción civil más ilustre de Sepúlveda. Su fachada de dos niveles tiene una balconada corrida en la parte de arriba y sobre ella un gran escudo de España flanqueado por leones rampantes. Sobre la fachada se sitúa el reloj, que da nombre al edificio, y encima, si se agudiza la vista, pueden verse las siete llaves de la villa.
En la Plaza de España se pueden encontrar varios restaurantes, terrazas, pastelerías, bancos, cajeros automáticos y casi cualquier cosa que pueden precisar los forasteros.
La Iglesia del Salvador
En lo alto de una loma se encuentra el edificio más bello de Sepúlveda. La iglesia del Salvador datada en el año 1093 es una de las primeras obras románicas de Castilla y sirvió de modelo a otros templos de la región. Y lo que es más importante, conserva gran parte de la pureza de líneas románica, sin añadidos aparentes.
Destaca en especial su galería porticada muy habitual en las iglesias románicas segovianas. La galería está conformada por ocho arcos y las columnas están rematadas por capiteles tallados con maestría. El elegante ábside también cuenta bajo las tejas con curiosos relieves de animales, vegetales y figuras humanas. Frente al semicírculo perfecto de la cabecera contrasta la torre alta, maciza y rectangular, muy visible desde casi todo el pueblo.
Otros puntos de interés
Sepúlveda ha preservado otros cuatro templos románicos de menor entidad pero con suficientes valores como para visitarlos. El Santuario de Nuestra Señora de la Peña es quizá el más importante de ellos, pese a sus múltiples añadidos posteriores a su construcción que desvirtúan parte de su belleza. Se distingue sin embargo por estar enclavada en un lugar espectacular, en el extremo norte de la villa rodeado por un tortuoso meandro del Duratón.
Un poco más allá encontramos el Mirador de la Virgen de la Peña con unas vistas excepcionales del río.
Para los más interesados en el arte antiguo no es mala idea visitar el Museo de los Fueros, con una interesante colección de arte religioso de entre los siglos XIII y XVIII.
También merece la pena pasar por la Plaza del Trigo, contigua a la Plaza de España y tomar luego la preciosa Calle de los Fueros con edificios solo en un lado y al otro preciosas vistas de las casas de abajo y el río Caslilla.
Pero el gran encanto de Sepúlveda reside en recorrer sus callejuelas, descubriendo sus casonas nobles, su magnífica arquitectura popular y sus rincones pintorescos. Las tremendas pendientes de sus callejas le confieren una personalidad propia a la localidad. Y también endurece las piernas de los visitantes que a menudo pueden ser superados en las subidas por las ancianas locales, mucho más habituadas a terreno tan escarpado.
Gastronomía sepulvedana
El plato estrella de la localidad es sin duda el cordero al horno, aunque aquí conviene pedirlo por su nombre: lechazo asado. Se cocina de una manera tradicional y sencilla: troceado en cuartos con manteca y sal, colocado en cazuelas de barro y cocinado en horno de leña. La mayoría, por no decir todos los restaurantes de Sepúlveda lo incluyen en su menú, aunque conviene reservar con antelación si se va en fin de semana. Hay pocas cosas más gratificantes que visitar esta villa por la mañana y llenar la tripa a mediodía con una lechazo al horno. Alguno de los restaurantes más reputados pueden ser el Fogón del Azogue, cerca del Museo de los Fueros o el Figón de Ismael en la céntrica Plaza de España.
A parte del cordero, destacan los alimentos y embutidos provenientes del cerdo: lomo, morcilla, chorizo… Así como los platos de cuchara habituales de las tierras castellanas: cocido, judiones de La Granja (localidad distante apenas unos kilómetros) o la sopa castellana.
Para los más golosos en Sepúlveda también se elaboran diversas pastas y repostería típicamente castellana en especial rosquillas de Castrillo, pastafloras o las capuchinas.
Dónde dormir en Sepúlveda
La Posada de San Millán se ha instalado en edificio histórico con una fachada del siglo XII y un patio encantador de finales del XV.
Si se prefiere estar en el centro de la villa, nada mejor que alojarse en el Hotel-Hospedería los Templarios ubicado en la Plaza de España.
Enlaces de interés:
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