Quizá el casco antiguo de Burgos sea uno de los lugares más agradables para pasear del norte de España, con sus animadas calles y plazuelas, sus numerosos monumentos y sus jardines junto al río Arlanzón.
La excelsa catedral de Burgos es el símbolo de esta ciudad castellana. Tan bella e imponente que a menudo ha eclipsado injustamente al resto del patrimonio cultural burgalés. Que, no sólo, es abundante sino también de primerísimo orden, en especial en estilo gótico.
Durante siglos, Burgos fue una de las más prósperas y estratégicas ciudades de Castilla y ello hizo que se construyeran aquí algunos de los edificios más impresionantes de la Península Ibérica.
Monasterios, iglesias, museos y palacios que nos hablan de la primacía de Burgos, pero también encontraremos miradores con esplendidas vistas y acogedores paseos. A todo ello se añade que la gastronomía burgalesa resulta suculenta y variada. Esta puede degustarse incluso a pie de calle, en docenas de tascas y tabernas que ofrecen los mejores manjares locales en forma de pinchos y tapas.
Burgos alberga tres hitos considerados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Por un lado, su hermosa catedral gótica y el Camino de Santiago que atraviesa tierras burgalesas proveniente de La Rioja. Y por último los yacimientos prehistóricos de Atapuerca, situados a tan sólo 15 kilómetros de distancia y cuyos mayores descubrimientos se exponen en el Museo de la Evolución de la ciudad.
Con tanto que ver, Burgos merece al menos una visita de dos o tres días, algunos más si queremos explorar la provincia.
No es mala idea contratar una visita guiada o un freetour por Burgos con Civitatis.
Breve Historia de Burgos
Prehistoria
Las suaves colinas de la Sierra de Atapuerca al oeste de la ciudad cobijan el que es probablemente el yacimiento arqueológico más importante del mundo. En Atapuerca se han encontrado restos de cinco especies humanas distintas, entre ellas el que está considerado el primer europeo: el Homo antecessor.
Orígenes de Burgos
En el 884 el rey Alfonso III de Asturias encomendó a Diego Rodríguez ‘Porcelos’ la construcción de un fuerte en la orilla norte del río Arlanzón, para proteger los territorios conquistados a los musulmanes.
Su privilegiada situación en mitad de las principales rutas comerciales y del ya muy transitado Camino de Santiago propició que Burgos creciera con rapidez. Tanto que en el siglo XI fue designada como capital del Reino de Castilla.
Alfonso VI y El Cid
En el 1074 el rey Alfonso VI cedió su palacio para construir allí la catedral románica de Santa María. Mientras que sus hermanas las infantas Doña Urraca y Doña Elvira trasladaron la diócesis a Gamonal, hoy un barrio del extrarradio de Burgos.
Rodrigo Díaz de Vivar ‘El Cid’ fue el caballero más célebre de aquella época y tuvo no pocos desencuentros con su rey Alfonso VI, que lo llegó a desterrar en dos ocasiones.
El Cid puso su espada al servicio tanto de reinos cristianos como de taifas musulmanes. Y finalmente se convirtió en un caudillo independiente, conquistando ciudades como Morella y llegando a crear un protectorado en Valencia.
Un siglo después de su muerte se escribió el ‘Cantar de Mío Cid’, un cantar de gesta anónimo que contaba las hazañas de este caballero burgalés.
Siglos XV-XVI
El trasiego del Camino de Santiago, la ganadería y el comercio dieron lugar a un periodo de gran prosperidad que cristalizó a finales del siglo XV y principios del siguiente.
Los Reyes Católicos establecieron en 1494 el Consulado del Mar en Burgos. Pese a no tener costa, la ciudad consiguió así el monopolio del lucrativo comercio con Flandes. Se enviaba por mar la apreciada lana castellana y se traían las finas telas tejidas en Brujas o Gante.
Al comienzo del reinado de Carlos I numerosas ciudades castellanas se levantaron contra aquel soberano nacido en Flandes que ni siquiera hablaba castellano y que les acuciaba con impuestos.
La ciudad de Burgos pronto abandonó a los Comuneros, temerosa de perder sus privilegios y beneficios del comercio con tierras flamencas.
La revuelta de los Comuneros fue finalmente aplastada y sus cabecillas ajusticiados en 1522. La Puerta de Santa María es buena prueba de aquella ‘traición’ al levantamiento comunero.
A finales del siglo XVI la prosperidad de Burgos tocó a su fin debido a un cúmulo de circunstancias. Las Guerras de Flandes, el traslado de la capital a Madrid, la llegada del oro de América a Sevilla y las pestes que asolaron Burgos hicieron que su población y su riqueza se desvanecieran.
Las Guerras en Burgos
Durante la Guerra de independencia (1808-14), dada su estratégica situación al norte de la península, Burgos fue ocupada por las tropas francesas durante cuatro años. En su atropellada retirada, al final de la contienda, los franceses volaron el castillo y con él varias iglesias y cientos de sus propios soldados.
En la Guerra civil española, Burgos también tuvo un destacado papel, ya que fue la sede del bando sublevado. Aquí se instaló la Junta de defensa Nacional y en el Palacio de Capitanía Militar se constituyó el gobierno del dictador Franco una vez acabada la guerra el 9 de agosto de 1939.
Qué ver en Burgos
La Catedral
A lo lejos ya se ven las dos torres de la catedral de Burgos, que han marcado el perfil de la ciudad desde hace más de 700 años, no es de extrañar, ya que las agujas que las coronan alcanzan los 88 metros.
A principios del siglo XIII el obispo Don Mauricio viajó por Europa y debió quedar maravillado por las catedrales francesas. Por lo que propuso al rey Fernando III reconstruir la vieja catedral románica en el estilo imperante en aquel momento. Para ello hicieron venir a arquitectos y artesanos galos que probablemente tomaron como modelo las excelsas catedrales góticas de Reims y Notre Dame de París.
Abierta a la plaza de San Fernando encontramos la preciosa Puerta del Sarmental que culminando una escalinata posee uno de los conjuntos escultóricos más prodigiosos del gótico en España. Muestra una temática clásica con Cristo en majestad en el tímpano, rodeado de los cuatro evangelistas y bajo ellos, en el dintel, el apostolado completo.
El inmenso interior resulta magnificente, suntuoso, repleto de capillas con sepulcros de fino mármol y retablos cubiertos de oro. Hay que levantar la vista para contemplar el famoso papamoscas junto al reloj o el hermoso cimborrio en mitad del crucero catedralicio.
Entre la más de una docena de capillas conviene no perderse la Capilla de la Concepción o de Santa Ana, con un maravilloso retablo mayor de estilo gótico tardío con miles de detalles preciosos, obra de Gil de Siloé. Justo al otro lado del muro, en el transepto nos asombramos ante una de las grandes obras del Renacimiento en España: la Escalera dorada. Obra, por cierto, de Diego de Siloé, hijo del escultor del retablo precedente.
La otra joya de la catedral burgalesa es la Capilla de los Condestables, bastante mayor que el resto de capillas y con una decoración sublime del gótico tardío. Con una planta casi circular el visitante puede dar la vuelta a sí mismo y admirar los majestuosos sepulcros de los Condestables, los inmensos retablos y blasones y la preciosa verja de entrada.
Monasterio de las Huelgas
El rey Alfonso VIII fundó en 1187, apartado de la ciudad, allí donde ‘holgaban’ las bestias, el Monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas.
Hoy la moderna Burgos ha envuelto todo el complejo monástico que, sin embargo, no ha perdido un ápice de su quietud y armonía.
El monasterio sigue albergando monjas de clausura por lo que la visita es guiada y conviene reservarla con antelación. En todo caso el recorrido y los guías hacen que sea una visita tremendamente amena para todo aquel interesado en la historia y el arte medieval.
Las Huelgas es un monasterio cisterciense, una orden monástica que promovía la austeridad y la ausencia de placeres materiales. Por ello la mayoría de sus construcciones eran muy sobrias, en comparación con otras órdenes religiosas. Sin embargo, Las Huelgas fue construido para ser Panteón Real por lo que encontraremos un retablo exuberante, sepulcros y bóvedas profusamente decoradas e incluso elementos mudéjares e islámicos.
Los sepulcros de reyes, infantes y nobles se hayan diseminados por las tres naves de la iglesia. La mayoría lamentablemente fueron expoliados por las tropas francesas y además perdieron su policromía original, pero otros se han conservado en buen estado y son auténticas obras de arte.
Destacan especialmente el de Alfonso de La Cerda y los de los reyes fundadores del monasterio Alfonso VIII y su esposa la inglesa Leonor Plantagenet.
En el claustro de San Fernando destacan las hermosas bóvedas decoradas con yeserías mudéjares con todo tipo de motivos: heráldicos, arabescos vegetales, pavos reales… Sin duda, los reyes hicieron venir a los mejores artesanos mudéjares para decorar el Monasterio de las Huelgas.
También se valieron del expolio ya que en este claustro podemos encontrar dos puertas bellamente talladas de origen musulmán. Y en la entrada a la capilla de Santiago también hay dos capiteles islámicos presumiblemente saqueados de Medina Azahara.
La sala capitular es, sin duda, la estancia más bella del monasterio con su puerta abocinada y sus columnas que se desparraman como ramas de una palmera formando una espectacular bóveda de crucería gótica.
El claustro románico conocido como ‘Las Claustrillas’ es una de las partes más antiguas del Monasterio de Las Huelgas y conserva intacto su encanto medieval. Los arcos descansan sobre columnas pareadas con hermosos capiteles con delicada decoración vegetal. En las esquinas los robustos capiteles muestran una ciudad ilusoria que bien podía simbolizar Burgos o la misma Jerusalén.
La Plaza Mayor
A dos calles de la catedral se encuentra la Plaza Mayor, epicentro de la vida social de burgaleses y turistas. Antiguamente acogía uno de los mercados de la ciudad, de ahí que llevara el nombre de Plaza del Mercado Menor.
Su planta tiene forma irregular, casi en forma de rombo y rodeada por edificios porticados de distintas épocas. Entre ellos, el sobrio Ayuntamiento neoclásico, cuyos pilares muestran la marca hasta donde llegaron las aguas del río en las históricas inundaciones de 1874 y 1930.
Frente al consistorio, mucho más bella es la Casa de Mercurio, un esbelto edificio modernista de ladrillo rojo y estuco, levantado en 1907. Su parte alta lo corona un busto con un casco con alas, que se cree que podría ser el dios romano Mercurio.
Entre medias se sitúa la efigie solemne de Carlos III, el monarca Borbón que llevó a cabo una reforma urbanística de la ciudad.
En la plaza mayor tienen lugar todo tipo de celebraciones, mercadillos y ferias. Y en sus bajos abundan las tiendas de todo pelaje, los restaurantes, las cafeterías y en especial destaca la Pastelería Juarreño.
En torno a la Plaza Mayor encontramos las zonas más típicas para ‘tapear’ como son las calles San Lorenzo o Sombrerería y Huerto del Rey.
Paseo del espolón y alrededores
El entorno del río Arlanzón está acompañado de agradables zonas verdes a su paso por la capital burgalesa. Pero el tramo más admirable está entre los puentes de San Pablo y Santa María, conocido como el Paseo del Espolón.
El Puente de San Pablo es uno de los más antiguos y señoriales de Burgos. A mediados del siglo pasado se añadieron imágenes de personajes del entorno de El Cid junto a la Plaza donde despunta la estatua de este héroe castellano.
Frente a ella se alza el elegante Teatro Principal, un edificio neoclásico, que tras medio siglo de abandono fue restaurado en 1997 y vuelve a ofrecer la mejor programación teatral y musical de la ciudad.
En uno de sus costados se encuentra una maravilla inesperada. La portada modernista del Salón de Recreo, que daba entrada a una sala privada dentro del teatro.
La portada tallada en madera y rebosante de ornamentación vegetal es la original que diseñó Saturnino Martínez Ruiz en 1908, arquitecto municipal de la ciudad de Burgos. Dado el riguroso clima burgalés, sin duda, la madera ha sido muy bien protegida y tratada.
A pocos metros podemos ver un gran reloj sobre el que se sitúa la figura de un niño desnudo que se conoce popularmente como ‘El Morito’. Uno de los lugares de encuentro más típicos entre los burgaleses.
Allí mismo comienza (o termina según se mire) el Paseo del Espolón, flanqueado a cada lado por una interminable hilera de plátanos de sombra. Estos árboles habituales de nuestros jardines tienen aquí la peculiaridad de que sus ramas han sido enlazadas artificialmente. Lo que es aprovechado en periodo navideño para sostener guirnaldas de luces mientras que en el estío ofrecen una agradable cubierta vegetal.
La librería del Espolón lleva aquí, impasible al paso del tiempo, más de 115 años, mientras que, en la otra punta del paseo, el imponente Arco de Santa María tiene algunos siglos más.
Se trata de una de las antiguas puertas de acceso a la ciudad que estuvo rodeada en su día por un cinturón de murallas.
Aunque su construcción se llevó a cabo en los siglos XIV-XV, el Arco de Santa María, fue remodelado profundamente durante el reinado de Carlos I. De hecho, la ciudad le dedicó este monumento para congraciarse con él tras las revueltas de los Comuneros. De ahí que se colocara su efigie en el lugar más preeminente de la fachada, rodeado de otros grandes personajes de Burgos como El Cid o el Conde Fernán González.
Qué más ver
Iglesias burgalesas
Además de la catedral hay otras iglesias católicas muy interesantes para visitar en el centro histórico de Burgos. De hecho, se puede adquirir una pulsera turística que permite el acceso a tres de estos templos y la catedral.
Muy cerca de la imponente catedral se encuentra la mucho más austera parroquia de San Nicolás de Bari. Que, sin embargo, esconde en su interior una auténtica joya. Su singular retablo mayor está esculpido en piedra caliza blanca que contrasta con su colorida policromía.
Otro de los templos, quizá el más destacable, es la iglesia de San Gil, escondida tras una escalinata y encajonada entre caserones, ofrece una estampa muy pintoresca. Su atractivo interior perteneciente al gótico tardío posee, como la catedral, también un retablo de Gil de Siloé.
Si las piernas lo permiten hay que trepar hasta la parte alta de la ciudad donde se encuentra la robusta iglesia gótica de San Esteban. En ella destaca su bonita portada con un tímpano dividido en dos partes. Arriba se encuentra Cristo rodeado de la Virgen y San Juan y en la zona inferior se narra el martirio de San Esteban.
Sobre la portada se sitúa una balconada y a ella parece asomarse el enorme rosetón de San Esteban.
El interior de esta iglesia desacralizada alberga el Museo del Retablo. La colección recoge retablos de varias parroquias burgalesas fundamentalmente renacentistas y barrocos.
El castillo y la Casa del Cordón
El origen de la ciudad de Burgos se encuentra en el cerro del castillo. Lamentablemente las tropas francesas lo dinamitaron en 1813 y lo que hoy podemos visitar es gran parte una restauración. En todo caso podemos hacernos una idea de la privilegiada situación de la atalaya burgalesa y recorrer el recinto y parte del antiguo adarve.
En él todavía hay elementos de gran interés como un pozo medieval que penetra en la tierra hasta más de 62 metros de profundidad.
La subida al castillo desde las inmediaciones de la iglesia de San Esteban regala algunas de las vistas más hermosas de la capital castellana.
Presidiendo la Plaza de la Libertad está la Casa del Cordón, la más emblemática muestra de arquitectura civil de la ciudad de Burgos. Llamada así por el ancho cordón franciscano que envuelve su portada.
Este imponente palacio gótico del siglo XV fue la residencia de los Condestables de Castilla y en él se alojaban los reyes cuando visitaban la ciudad. Aquí recibieron los Reyes Católicos a Colón tras su segundo viaje en 1497 y también aquí murió Felipe ‘el hermoso’ algunos años después.
En la actualidad el inmueble pertenece a la La Caixa (que absorvió a Caja de Burgos) y acoge unas oficinas bancarias modernas. En todo caso, se puede acceder al patio interior gótico que sí se ha conservado.
Museo de la Evolución
Inaugurado en 2010 es uno de los museos más relevantes que se han abierto en este siglo en España. Este imponente edificio acristalado obra del reputado arquitecto Juan Navarro Baldeweg cuenta con un gran espacio interior diáfano. En el Museo de la Evolución Humana se muestran los fósiles originales descubiertos en el yacimiento de Atapuerca, así como excelentes reproducciones de los primeros homínidos.
Cartuja de Miraflores
A unos 4 kilómetros del centro de Burgos, entre el río Arlanzón y la campiña, se alza la Cartuja de Miraflores.
A principios del siglo XV el rey Juan II de Castilla donó el palacio y el alcázar de Miraflores a la los Cartujos, que lo convirtiron en uno más de los monasterios de su orden. Se trata de una construcción muy destacable del gótico final y en su interior destaca un suntuoso retablo cubierto de oro traído de América.
Hotel en Burgos
Un hotel muy confortable para alojarse en el centro de Burgos es el Palacio de los Blasones Suites, situado en el antigua casa-palacio de los Condes de Berberana.
Si uno quiere levantarse por la mañana, correr las cortinas y contemplar la excelsa portada de la catedral ante él. Nada mejor que alojarse en el Crisol Mesón del Cid.
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